domingo, 22 de agosto de 2010

Los sobornados (The Big Heat) (1953)

Título original: The Big Heat
Director: Fritz Lang
Guión: Sydney Boehm, basado en el serial de William P. McGivern
Director de fotografía: Charles Lang
Montaje: Charles Nelson
Música: Henry Vars
Intérpretes: Glenn Ford, Gloria Grahame, Lee Marvin, Jocelyn Brando


Ante todo una aclaración necesaria: Fritz Lang es, en mi opinión, el más grande director que vió el siglo XX, que es como decir de la historia del séptimo arte. Permítanme que justifique tan contundente afirmación. Fritz Lang es tal vez el único director que ha realizado obras maestras en la época del cine mudo (Dr.Mabuse, Los Nibelungos, Metropolis), en la época del blanco y negro (demasiadas para citar alguna), y en la época del color (Moonfleet); y en dos paises distintos (Alemania y EEUU).

Además, es el auténtico maestro del cine negro; no sólo "Los sobornados", sinó también "La mujer del cuadro", "Perversidad", "Deseos humanos", etc. lo demuestran. Cuando Fritz Lang fusiona el cine negro tradicional con el expresionismo alemán, surge un nuevo tipo de cine negro, mucho más oscuro pero también más maduro, indudablemente más trágico, y también más violento.

¿Y que decir de "Los sobornados"? Simplemente la obra cumbre del género. Un estudio sobre la venganza imitado hasta la saciedad con resultados siempre inferiores (y en ocasiones pésimos como en "Revenge").



Es ante todo una película violenta, especialmente teniendo en cuenta que fue realizada bajo el Código Hays (que duraría hasta 1968). Evidentemente no es la violencia a la que estamos acostumbrados actualmente, sinó una mucho más oculta pero que afecta a todos los personajes.

Pero aun así, hay lugar para los sentimientos, con esa relación de cariño y de solidaridad que se establece entre los personajes de Glenn Ford y Gloria Grahame, porque a ambos les ha arrebatado algo el personaje interpretado por Lee Marvin.


Fritz Lang logra como nadie retratar las motivaciones de sus personajes. No hay personajes crípticos, ni tipos que aparecen en pantalla sin saber dónde van, sólo personajes movidos por sus intereses y por lo que creen que deben hacer.


Las interpretaciones son magistrales, destacando Lee Marvin y, especialmente, Gloria Grahame, cuya imagen con la jarra de café figura en todas las antologías del género.

Y la dirección de Fritz Lang es simplemente perfecta. Una película por la cual el tiempo no ha pasado.


Una obra maestra que no ha logrado el reconocimiento que merece, y que no ha sido mitificada como otros títulos de la época, pero que es necesario (re)descubrir si se pretende hablar de cine negro.

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